Desde
etapas muy tempranas de la evolución, los seres vivos tuvieron que
desarrollar mecanismos para diferenciar lo extraño de lo propio,
para poder reconocer a miembros de su propia especie, desarrollar
defensas contra el medio ambiente y contra otros organismos rivales.
Pero…
¿Qué es el sistema inmune? En el caso de los vertebrados,
incluyéndonos a nosotros (el hombre), es el conjunto de órganos,
tejidos, células y proteínas que nos protegen de cualquier materia
ajena a nuestro organismo, y por consecuencia nos protege contra de
las infecciones causadas por virus, bacterias, hongos y parásitos.
También nos protege de los tumores y es el responsable de que
tengamos alergias.
Entonces
nos preguntaremos... Por qué existen todavía infecciones? Cómo es
que la evolución no ha generado un sistema inmune tan poderoso que
pueda evitar la agresión por parte de agentes externos? ¿Por qué
la evolución no ha generado sistemas inmunes lo suficientemente
poderosos para evitar las infecciones?
Parece
una paradoja que en la evolución se seleccionen aquellos organismos
con mayor probabilidad de transmitir sus genes a la descendencia,
pero a la vez no se seleccione el fortalecimiento del sistema inmune
para preservar esos mismos organismos del ataque por parte de
patógenos.
Hace
unos días leí un trabajo publicado en la revista Science donde se
planteaba una hipótesis para explicar esta paradoja. Intenté buscarlo otra vez pero no lo di encontrado... Pero bueno, en él se defendía
que los organismos que poseen un sistema inmune muy potente tienen un
menor rendimiento reproductivo debido al elevado coste energético
que supone el mantenimiento de ese sistema inmune fortalecido. De
hecho este coste se pone de manifiesto por una importante pérdida de
calorías y proteínas, pérdida de capacidad reproductiva e
incremento de las posibilidades de que se produzca respuestas
autoinmunes. Habrían
estudiado el problema en poblaciones de un tipo de ovejas de Escocia,
que se consideran unas de las primeras ovejas domesticadas por los
humanos. Se comprobó que tanto los machos como las hembras que
poseían una concentración de anticuerpos más elevadas tenían una
probabilidad mucho más baja de reproducirse. Además encontraron,
que las posibilidades reproductivas eran superiores en individuos con
respuestas inmunes intermedias.
En resumen, lo mejor para pasar los genes a la descendencia (al
menos en este animal) no es tener el sistema inmune más
fuerte sino el más adecuado para equilibrar una menor posibilidad de
infección con el menor gasto energético destinado a su
mantenimiento posible para no repercutir en la tasa reproductiva.
Silvia Otero Vázquez
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